El 1 de agosto, Día de la Madre Tierra para los pueblos andinos, es una ocasión crucial para reflexionar sobre la sostenibilidad de la vida, el cuidado de la tierra y nuestras comunidades. Pueblos como el Aymara, Atacameño y Quechua, celebran esta fecha con rituales que no solo agradecen la abundancia de la Madre Tierra sino también preparan el terreno para un nuevo ciclo agrícola. Estos incluyen el pago a la tierra y la humadera. En el pago a la tierra, se colocan ofrendas como hojas de coca, chicha, vino, cerveza, semillas y alimentos en dirección al sol naciente, mientras que la humadera implica encender fuego en las casas para purificar y calentar la tierra.
Este día tiene un profundo significado cultural y ecológico, ya que demuestra una relación profunda de reciprocidad y respeto hacia la Tierra. Sin embargo, esta relación está siendo amenazada por la explotación excesiva de bienes comunes naturales, como el litio y el hidrógeno verde, necesarios para la transición energética impulsada por el Norte Global. Los salares del altiplano, como el Salar de Atacama, son ecosistemas frágiles que sufren el impacto de la extracción de litio, la cual requiere grandes cantidades de agua, alterando los equilibrios naturales y poniendo en riesgo la biodiversidad y las formas de vida tradicionales de las comunidades indígenas.
Es fundamental abordar esta situación con políticas sostenibles que respeten los derechos de las comunidades indígenas y protejan nuestros ecosistemas. La explotación desmedida de la naturaleza no puede continuar sin considerar las consecuencias ambientales y sociales. En este Día de la Madre Tierra, hacemos un llamado a los responsables políticos y a la industria para que adopten prácticas sostenibles y respetuosas. La protección de los salares y la implementación de una economía que valore y respete la naturaleza y las culturas ancestrales es esencial para nuestro futuro colectivo.